El dia en que se “destapa” que agitar conciencias sociales tiene premio en la figura de dos fueras de serie (el anglicismo de cracks a mi personalmente me encanta), una noticia de hoy del entorno americano que es tan cercano pero tan lejano a veces me ha sorprendido: Un médico que trabajó para el estado de Nueva York es favorecido por el veredicto de un jurado al haber destapado un presunto fraude a Medicaid, la sanidad pública. El fraude en cuestión trataba de que los cuidados sociales que podían ser dados a sus beneficiarios por una cantidad con un cuidador residente en la casa en realidad se daban con personal por turnos, lo que encarecía el servicio al doble. El citado médico, sacado realmente de un arquetipo cinematográfico, es un judío neoyorkino soltero con madre ultraortodoxa que ha salido de pobre (vivía hasta ahora de alquiler en un apartamento de menos de 40 metros cuadrados) porque existe una ley federal de denuncia, que da derecho a los denunciantes a percibir entre el 15 y el 25 por ciento del montante que el gobierno recupere.
Es curioso que los periodistas centren el tema en la influencia de Frank Capra, su buenismo siempre recordado por Navidad (cada año alguna cadena televisiva pasa Qué bello es vivir, aunque yo personalmente prefiero Arsénico por compasión, una cínica película que recuerdo haber visto hace años sobre dos ancianitas asesinas en serie de mendigos). A mí me resulta mucho más chocante que alguien denuncie e insista en los juzgados una mala práctica que encarezca el sistema, por una lógica apreciación de los recursos limitados que tiene todo gobierno o gestor. Por poner en proporción, el amigo neoyorkino se ha embolsado 17 millones de dólares, que son el 21% de lo que el Estado de Nueva York va a tener que pagarle al Gobierno. Estamos hablando, con una sencilla regla de tres, más de 80 millones de dólares de desviación, con penalización incluída, por lo que jugándomela quizá hablamos de la mitad.
Pero para mí no es cuestión de dinero, sino de cultura (aunque probablemente para encontrar abogado siempre es mejor que exista una ley como la americana). No creo que nadie en nuestro entorno denuncie en el juzgado por malversación de fondos públicos ninguna de las operaciones en las que haya intervenido personalmente y de las que tenga pruebas, aunque existiera esta famosa ley de ámbito nacional o incluso autonómico. No es lo mismo que entrar tras un cambio de gobierno y tirar de la manta, porque eso no tiene la misma credibilidad ante opinión pública y medios de comunicación, que son los que le pintan la realidad a la primera. Estoy seguro que a nivel nacional, en cualquier autonomía o municipio, existen casos tan flagrantes como el denunciado, que son de criterio del proveedor más caro, que no mejor, pero nadie va a tocarlos. Sea por amiguismo, por dificultad del trámite de denuncia, por la lentitud y costes del sistema judicial, o por el ostracismo al que se le sometería al tirar de la manta. Son excusas para que todo quede como está, para seguir teniendo mafias que direccionan los recursos económicos, o que prentenden asegurarse el pan en la boca, en vez de usar la transparencia para el bien de todos y cambiar ciertos statu quo. Pedir dinero es fácil, lo difícil es saber para qué gastarlo: se ven muchos debates bioéticos y se recurre a medicamentazos, pero se da poca acción en las distancias cortas.
Tener conciencia social cuesta dinero, y como dice un sabio, todos queremos el cambio, menos cuando nos toca a nosotros. Mientras tanto, hagámonos el ofendido cuando hablan de estaciones de AVE y aeropuertos desiertos, y miremos al tendido en cuanto a hospitales inútiles, cuadriplicaciones de servicios de alto impacto económico con menos de 100 casos anuales y ambulatorios en cada pueblo con servicio de 24 horas para medias de 2 visitas, con hospitales a menos de 15 km, neguemos la evidencia que los gestores profesionales deben poder trabajar, y no ser solo comisarios políticos, y que los proveedores de la sanidad privada pueden ser una respuesta más económica e igual de efectiva (es decir, más eficiente). Pongamos el muerto encima de la mesa del gestor, gritando a los cuatro vientos que puede poner en peligro la seguridad y salud de la ciudadanía, y neguémonos a entrar en telemedicina, gestión remota de casos, grupos pluridisciplinares multicéntricos y cierre de servicios redundantes, que sí redundarían en mejora del servicio por menos dinero. Y sigamos envidiando al médico que acaba de ganar 5 millones de dólares limpios, sin pensar que ha tenido que dar la cara para que te los den, aunque sea en los Estados Unidos, y en lo de Qué bello es vivir.